Cualquiera podría suponer que el regreso a la acción en la F-1 para Franco Colapinto está siendo más de lo mismo que mostró en las siete carreras que lleva con Alpine (el GP de Países Bajos es su octavo desafío del año). Pero, aunque la tendencia indica que el patrón de competencias anteriores se mantiene, los matices siempre están.
El de la “máxima” es un mundo de carreras donde hay intereses poderosos, por lo que puede que se induzca a defender el concepto de que los resultados lo sean todo. Bajo esta lógica, quienes se esmeran en defender sólo el exitismo en un deporte tan exigente y demoledor de sueños llevan la delantera. Le pasa a una amplia mayoría de los fanáticos, a los pilotos, a los equipos. Y, en ese último caso, no se puede dejar de lado al desconcertante jefe del equipo francés, Flavio Briatore, que de manera inexplicable lanzó dardos en la previa hacia Colapinto. Y dijo cosas como: “Para este piloto es difícil lidiar con este coche”; “tiene demasiada presión”; “quizá no era el momento adecuado para que estuviera en la F-1 y necesite uno o dos años más para formar parte”; “todo el mundo ve resultados”; “siempre estamos pendientes del ritmo, quizás se me escapó algo en la gestión del piloto, para el futuro, sinceramente, no lo sé". Inesperado y fuera de contexto.
Los matices pasan por el trabajo que se hace para torcer historias, o para mantenerse, o para mejorar. El receso de casi un mes por el verano boreal puso a todos los equipos manos a la obra. La de Países Bajos será la carrera para conocer si lo hecho repercute en la pista.
En el singular circuito de Zandvoort (algo así como “vado de arena” en neerlandés) de 4.307 metros, que está rodeado de dunas y playas, los peraltes influyen en el rendimiento, tanto como lo hace el viento que sopla desde el mar. Allí, hay que ser muy “finito” para sacar ventaja. Yendo a Colapinto en la clasificación, por ejemplo, se quedó afuera de la Qualy 2 por apenas 067/1000. Es decir, nada. Ni un parpadeo.
A primera hora del sábado, en lo que fue el tercer entrenamiento, los síntomas en el auto del bonaerense no eran buenos. De hecho, él se mostró insatisfecho con los cambios que el equipo le hizo al Alpine, que ocupó el último lugar en esa exigencia. Vale recordar que venía de ser 9° en el segundo ensayo del viernes.
Franco hizo el esfuerzo para avanzar en la clasificación. Hasta el último segundo. Pero no le alcanzó más que para ser 16°. “Hicimos unos cambios malos y eso nos afectó en el tercer entrenamiento. Revertimos en la clasificación, el auto andaba mejor, lástima que me taparon dos rivales y por eso perdí mucha carga aerodinámica. Venía haciendo una buena vuelta, estaba para pasar a la Q2”, dijo.
El bonaerense se está jugando en esta segunda parte de la temporada su futuro, no sólo en Alpine, sino también en la F-1. Si las cosas están según las palabras de Briatore, menuda tarea tiene por delante. Ponerse él mismo bajo un estado de autocontrol para ser rápido, fiable y estable, es una tarea que se contrapone con un auto que demuestra todo lo contrario. Es como pedirle peras al olmo. En Zandvoort, ni su compañero de equipo, el francés Pierre Gasly, tan experimentado como es, le está sacando demasiado rendimiento al coche, y por ello largará desde la posición 14. La dupla Oscar Piastri-Lando Norris lo hará desde los primeros lugares con los McLaren, seguidos por el crédito local, Max Verstappen (Red Bull).
La carrera, anunciada desde las 10 del domingo a 72 vueltas, asoma tan impredecible como incierta para Alpine, tomando en cuenta la calidad del coche. Gasly y Colapinto están obligados a tomar riesgos en la largada, para no quedar relegados en la pelea por los puntos. Y luego vendrá la típica gestión de neumáticos durante una competencia en cuyo desarrollo no hará mucho calor y hasta cuenta con alguna probabilidad de lluvia. Una cuestión en la que estará puesto el foco será las paradas en boxes, que fueron un desastre para Colapinto en el GP de Hungría.
Si nos aferramos al concepto de exitismo, visto este panorama, para los hombres de Alpine éxito será llegar en zona de puntos. Para que esto ocurra, ellos no escapan a los fundamentos de la Teoría del Caos, esa que estudia sistemas dinámicos complejos y cuyo comportamiento está regido por leyes: como son extremadamente sensibles a sus condiciones iniciales, se hace imposible la predicción a largo plazo.